Fotos: Luto en San Andrés, muere uno de los grandes

 

Revista Cuarto de Guerra

Por Alberto Osorio y Mario Ávila

 

Domingo 30 de junio de 2024.- Siempre fue resguardo de secretos de guerrilleros y caricias de enamorados.

Dicen los enterados que cumplía ya 120 años de mantenerse en pie, en uno de los barrios más emblemáticos y bravos de Jalisco, el de San Andrés, en el oriente de Guadalajara. donde nacieron “Los Vikingos”, donde se gestó la temible Liga Comunista 23 de Septiembre, una de las organizaciones guerrilleras mejor coordinadas en la década de los 70,s, tal como lo sabía el gobierno.

Foto: Cortesía Mario Ávila

Seguro fue el abuelo de muchos de los que ahora lloran su ausencia y de quienes desde las redes sociales quisieran inventar una fórmula mágica para volverlo a la vida y levantarlo por otros cien años.

¿Cuántas caricias, cuántos actos de pasión desbordada no se tejieron bajo su sombra? ¿Cuántos secretos de guerrilleros muertos o historias de jóvenes que soñaron con un mundo mejor cayeron hasta que una tormenta de junio de 2024 lo derribó?

Foto: Redes Sociales

La primera víctima del temporal de lluvias en la zona metropolitana fue este gran símbolo de la grandeza del oriente de Guadalajara, el que se mantuvo erguido, firme, fuerte y que cobijaba bajo su sombra protectora lo mismo a los devotos que llegaban a misa, así sea en la parroquia o en el templo chico, como a los jóvenes rebeldes Vikingos que se reunían justo ahí cuando se les llamaba a la acción.

Foto: Cortesía Mario Ávila

 

Las fotos del tradicional jardín de San Andrés no estaban completas si no se veía el enorme testigo mudo con más de un centenario de historias. Cambió de ubicación el kiosco un par de veces y cambió también en dos ocasiones el pedestal con la estatua del general Mariano Escobedo, un militar liberal que luchó durante la invasión de Estados Unidos y fue ministro de Guerra durante el periodo presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada. Incluso a San Andrés se le identificó administrativamente como la Villa Mariano Escobedo.

Cuando llegó el auge poblacional a la villa, es decir entre las décadas de los años 30’s y 40’s, una vez que emigró a Guadalajara un gran número de familias cuyos jefes no alcanzaron a ser contemplados en el reparto agrario de las tierras, que se dio producto de la Revolución, el gigante verde ya estaba ahí y fue él quien se encargó de darles la bienvenida a miles de nuevos habitantes provenientes de distintos municipios de Jalisco, así como a los que venían de otras entidades.

Por lo que toca a los jóvenes Vikingos, ahí se realizaban sus asambleas, ahí eran las reuniones para partir a divertirse sanamente a una función de cine, que a enfrentarse a golpes con los integrantes de algún barrio enemigo.

Ahí también, bajo sus ramas, ya en la década de los 90’s tuvo lugar la presentación de uno de los primeros libros que se escribieron sobre la gesta juvenil de Los Vikingos y fue justamente su autor, un militante del grupo, Sergio Aguayo Quezada, quien presentó su obra “La Charola”, escrito sobre la sangre que corrió en aquella guerra sucia, que terminó con el exterminio de grupos ideológicos que no aceptaban los dogmas emitidos del único poder político que existió en el país durante más de 70 años.

 

Al pie del árbol fue justamente uno de los cuatro sitios de memoria histórica en donde se pretendía instalar un cuadro alusivo y referente de la lucha del grupo de los Vikingos, que alimentó con sus militantes a organizaciones educativas, políticas y de guerrilla, como el FER, las Juventudes Juaristas y la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Por cierto, los cuatro puntos elegidos para colocar memoriales se trataban de los principales puntos de reunión que tuvieron Los Vikingos y estos fueron el Panteón de San Andrés, en espacial en las tumbas donde descansan los restos de dos de sus más reconocidos dirigentes: Arnulfo Prado Rossa “El Compa” y Enrique Guillermo Pérez Mora “El Tenebras”; la ex Penal de Oblatos, recordando la fuga histórica de seis de sus guerrilleros; el parque San Rafael, en donde se recibía el adiestramiento físico y militar, y Jardín de San Andrés, a la sombra de aquel frondoso árbol de grata memoria.

Foto: Cortesía Mario Ávila

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