Eduardo García Jaime
Miércoles 26 de febrero de 2025.- La empresa Caabsa Eagle ha dado mucho de que hablar en los últimos meses, por su aparente incumplimiento en la recolección y tratamiento de los desechos, sobre todo en la ciudad de Guadalajara.
Se menciona que desde el pasado jueves, abandonó los vertederos de Laureles y Matatlán, donde tendría que haber hecho adecuaciones para reparar el daño ambiental, una afectación que según el gobernador Pablo Lemus, significarían 240 millones de pesos, por lo que ya se levantaron las denuncias correspondientes. “Instruí al procurador de Medio Ambiente para presentar las denuncias correspondientes contra Caabsa, mismas que fueron ya presentadas este lunes pasado y vamos a ir a obligar en conjunto del gobierno federal, el gobierno del estado y los gobiernos municipales de Guadalajara y Tonalá, a que Caabsa cumpla con lo que mandata el contrato, de que deben de hacer la remediación de ambos predios”.
Precisamente sobre este polémico tema llamado Caabsa, Eduardo García Jaime, colabora para Cuarto de Guerra, haciendo un análisis de lo que fue la concesión del servicio a esta empresa, con su artículo: Caabsa, lecciones de una privatización:
México no tardó en adoptar la moda privatizadora en los años noventa con Carlos Salinas de Gortari. El argumento era que el gobierno era ineficiente, “gordo” y que las privatizaciones iban a traer competencia, mejorando los bienes y servicios. Siguiendo el dogma neoliberal, se privatizó y concesionó el servicio de recolección de residuos a la empresa Caabsa en Guadalajara hace treinta años. A pesar de un pésimo servicio, daños ecológicos y severos incumplimientos, apenas esta administración se decidió a no renovar la concesión y tomar las riendas de la recolección de basura.
¿Por qué salió mal y fue tan difícil revocar la concesión? Para empezar, la recolección de basura tiene las características de ser un monopolio natural. Esto significa que no podría haber competencia, o no de manera eficiente. A su vez, esto implica que no iban a existir los “beneficios” potenciales de las privatizaciones (mejor servicio y precio) porque no era, en principio, un espacio donde pudiera emerger competencia.
En resumen, esta concesión solo desarmó al Ayuntamiento de una función esencial para la ciudad. Y precisamente el tener una labor tan trascendental y de sensibilidad política les dio mucho poder, tanto político como económico.
El pelearse con Caabsa (exigir que cumplieran o regular) implicaba la amenaza de que pararan la recolección, dejando un basurero en la ciudad. Y, como Guadalajara ha sido históricamente un trampolín para la gubernatura, era más fácil hacerse de la vista gorda.
La incógnita política de los presidentes municipales era batallar con Caabsa, con sus respectivas afectaciones políticas, o hacer negocio con ellos.
Además, el haber desarmado al Ayuntamiento hizo que materialmente estuvieran a merced de Caabsa y que, en una potencial ruptura, como sucedió, tuvieran que comprar de emergencia todo el equipo e improvisar la logística con un alto riesgo político y costo económico.
Como último punto, la privatización fue un caldo de cultivo para la falta de responsabilidad. En el escenario donde el Ayuntamiento dispone de la basura, como ciudadano es claro en quién recae la responsabilidad y los métodos de presión política.
En contraste, con esta concesión, la responsabilidad se triangula; la empresa es la responsable, pero la presión política recae sobre el Ayuntamiento, que mediáticamente siempre puede lavarse las manos, aun si no sanciona los incumplimientos.
Por estas razones, la privatización fue tremendamente dañina y difícil de revertir. Un caso idéntico es el del transporte público: es un servicio deplorable donde los transportistas imponen sus condiciones (altos subsidios, alcancías rateras, contratos con el gobierno, etc.), tienen la capacidad de ejercer una gran presión sobre los gobernantes en turno, la responsabilidad está “triangulada”, no hay forma de introducir competencia y, a pesar de su ineficiencia e irresponsabilidad, es políticamente muy difícil revocarles la concesión. Y en el supuesto que se quisiera privatizar el SIAPA, correría la misma suerte.
En resumen, las privatizaciones de servicios esenciales han generado grupos extractores de rentas. Mientras se privatice donde hay imposibilidad de competencia y regulación creíble, la historia se repetirá.
Eduardo García Jaime.
X: @lalogarciaja