En su narrativa de gran emperador, Alfaro se presume como uno de los mandatarios más exitosos en la historia de Jalisco y así presentaba, desde el Palenque de las Fiestas de Octubre su informe, tal como si se tratara del Coliseo Romano, de “El gran César”: “Llegó el momento. Lleno de alegría y nostalgia, de orgullo y satisfacción, pero sobre todo con la frente en alto…”, así presumía en redes. Ni en broma Enrique aceptaría que lo mejor de su último informe es saber que ya se va; que, para la mayoría de los periodistas, defensores de derechos humanos, ambientalistas o los opositores a su verificación recaudatoria, su gestión siempre será recordada por la intolerancia y sus ridículos actos de propaganda. En la última escena teatral “el gran Enrique” se despide de rodillas, persignándose ante la muchedumbre y con su banquito de madera. ¿Acaso nos engañó a todos? ¿Acaso Alfaro nunca se bajó del banquillo que le dio fama durante seis años y que uso en forma arrogante contra sus opositores?