Desde El Búnker
Alberto Osorio
Miércoles 07 de agosto de 2024.- El 7 de agosto de 1792 (hace 232 años) murió en Guadalajara, Antonio Alcalde y Barriga, un hombre que consagró su existencia a los pobres y a los enfermos del occidente de México, al límite de ofrendar su vida para la atención a la salud y de regalar sus entrañas para que nunca nadie se olvidara de la necesidad de brindar consuelo y alivio a los necesitados.
A Fray Antonio Alcalde se le conoció en lo que hoy es Guadalajara como “El Fraile de la Calavera”, cuando en la incipiente ciudad, golpeada por la peste y la miseria, los enfermos morían y quedaban expuesto en el arroyo de la calle, y los restos humanos eran recogidos por un carro tirado por caballos, conocido como la “carreta de la muerte”, que trasladaba a los difuntos a la fosa común del camposanto, según las crónicas de esos tiempos.
Alcalde empezó su peregrinar por México a la edad de los 72 años y escogió Guadalajara para hacer su gran aporte. Hoy resulta difícil explicar a las nuevas generaciones que “el gran médico” de los pobres fue en realidad un religioso que donó sus ojos, su corazón y de más vísceras para que nunca nadie se olvidara en estas tierras de velar por los enfermos y los necesitados, sin importar si los familiares tenían o no dinero para pagar por la atención de los pacientes.
Más que un pacto de sangre, Fray Antonio hizo con Guadalajara un pacto de amor y quiso que sus entrañas quedaran bajo el resguardo de hombres y mujeres que reconocieron en su obra, el gran sentido humanitario para hacer una ciudad donde la esperanza no terminara muerta a media calle.
Como religioso Fray Antonio, exigía a sus párrocos que salieran a visitar a sus feligreses, les pedía acompañar a los necesitados. Su visión fue de un hombre que, sin pretender acciones políticas o culto a su personalidad, en los hechos se convirtió en uno de los padres fundadores de Guadalajara.
Antonio Alcalde para vergüenza de todos los integrantes de la clase política y religiosa, fue un verdadero estadista, capaz de hacer su gran aporte para poner los cimientos de una ciudad solidaria y humanista.
Sus dos obras maestras en Jalisco, el Hospital Civil y la promoción de lo que hoy conocemos como la Universidad de Guadalajara, son proyectos insuperables.
A la UdeG le falta promover la catedra “Fray Antonio Alcalde”, en donde se difundan los valores éticos y filosóficos de un religioso que la iglesia católica hasta ahora, no decide convertirlo en Santo, aunque la verdad, no lo necesita, su obra por sí sola, habla más que un santificado.